Las tasas de cesárea se han disparado en los últimos años en todo el mundo. Hay varios motivos para tales cifras. Uno de ellos es la habitual orden médica: ante una cesárea anterior, se hará una nueva cesárea.
Varios obstetras han cuestionado esta indicación en los últimos años, y se han realizado varios estudios para evaluar su idoneidad. La Royal College of Obstetricians and Gynaecologists (RCOG) del Reino Unido, en su nueva guía de atención al parto, determina que: es posible y seguro un parto vaginal después de cesárea (PVDC).
Los expertos afirman que un parto vaginal después de cesárea tiene una tasa de éxito de un 75%, similar al parto de una madre primeriza. Y ante un parto vaginal tras dos cesáreas o más, la tasa de éxito es del 71%. La Royal College of Obstetricians and Gynaecologists también recomienda intentarlo en estos casos: La primera opción es siempre el parto vaginal.
La OMS pide que las cesáreas se hagan sólo en caso de urgencia y que los nacimientos por cesárea sean en torno a un 10-15% del total. El antiguo protocolo, que podemos resumir en “si tuviste cesárea, cesárea tendrás”, buscaba minimizar el riesgo de rotura uterina. Siempre se pensó que hacer una nueva cesárea era más seguro para evitar una rotura de útero (se argumentaba que las contracciones podrían abrir la herida de la cesárea anterior). En los últimos años se ha entendido, sin embargo, que disminuir el riesgo de rotura uterina (que ocurre en un 0’2/1% de los partos, según diferentes estudios) añadía otros riesgos: la morbilidad neonatal y la mortalidad materna son mayores con una cesárea que con un parto vaginal. Por todo ello, si no hay razones clínicas específicas que indiquen una cesárea, las mujeres que han dado a luz por cesárea pueden tener un parto vaginal. Tras una cesárea otra cesárea no es, a priori, más segura.
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