¿Estáis pensando en tener un segundo hijo pero creéis que es demasiado pronto? ¿Estás ya embarazada del segundo y temes pasar por los primeros miedos que con el primero? Pues te interesa leer este artículo escrito por Adrián Cordellat, periodista y autor del blog Un papá en prácticas.
Dice el refranero popular que los segundos hijos, no digamos los terceros o los cuartos, se crían solos. Y aunque suene a exageración y tal vez lo sea, el dicho popular no deja de esconder cierta realidad. Porque sí, aunque las noches sin dormir y el agotamiento sean los mismos, las preocupaciones son otras. Y las que coinciden se hacen visibles de una forma mucho más moderada, porque uno ya tiene la experiencia del primero y sabe que su hijo no se va a morir por cualquiera de los motivos (a cada cual más propio de ‘Expediente X’) que se nos pasan por la cabeza cuando somos primerizos y todo nos parece un peligro.
A veces, en casa, recordamos los primeros días, semanas y meses tras el nacimiento de nuestra primera hija y no podemos evitar reírnos a carcajadas de nosotros mismos y de nuestras paranoias, que pareciera que el mundo estaba conspirando contra nosotros. Recuerdo aquellos primeros días sin apenas salir de casa, no sea que la peque fuese contagiada por el más malvado de los virus; las primeras salidas, en las que más que un bebé parecía que llevábamos una caja de cristales de Baccarat; los primeros mocos, que a nuestros ojos tenían el poder de ahogar a nuestra preciada hija; la primera caída de la cama, tras la que nos fuimos a urgencias con nuestro pequeño utilitario convertido en un coche de Formula 1; o aquella manía, seguro que sabéis de qué hablo, de acercarnos a la peque para ver si respiraba cada vez que dormía y estaba más de diez minutos sin hacer ningún ruido.
Segundo hijo
Con nuestro segundo hijo, muchos de esos miedos han desaparecido. O como decía al principio, los vivimos de una forma mucho más sosegada. Un claro ejemplo han sido las visitas rutinarias para el seguimiento del embarazo. Con Mara casi me da un algo mientras el ginecólogo buscaba sin éxito el latido del bebé en el vientre materno. Aún recuerdo los sudores fríos de entonces. Con Leo siempre iba con ese run run en el estómago deseando que todo fuese bien, pero una vez en consulta todo lo vivía desde la calma que otorga la experiencia.
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