Si creíamos que la función de los espermatozoides se limitaba a aportar la información genética del padre, nos equivocábamos. La responsabilidad del desarrollo del feto no es sólo de las embarazadas, según recientes investigaciones.
La dieta de los hombres, antes de concebir y convertirse en padres, repercute en la regulación de los genes de los hijos, afectando a su metabolismo. Una mala alimentación paterna puede condicionar cuestiones relacionadas con la obesidad y la diabetes, como la intolerancia a la glucosa o la resistencia a la insulina de sus futuros hijos.
Dos nuevos estudios publicados en Science muestran que, además del ADN (el material genético), el espermatozoide aporta más cosas, como fragmentos de ARN: ácido ribonucleico, que participa en la síntesis de las proteínas, funciona como mensajero de la información genética, y altera el metabolismo de la descendencia.
Hasta ahora, los estudios con ratones han servido para constatar que los hijos de padres con una dieta alta en grasas habían desarrollado intolerancia a la glucosa y resistencia a la insulina. Y también se ha comprobado que los hijos de ratones con una dieta baja en proteínas muestran alta actividad de los genes implicados en la regulación del colesterol y en el metabolismo de los lípidos.
Estudios epidemiológicos con personas han confirmado también la relación entre la exposición ambiental o el estilo de vida del padre y la descendencia. Está demostrado que la pérdida de peso en hombres obesos modifica sus espermatozoides. Los expertos en reproducción y en endocrinología concluyen que una mala dieta influye en la descendencia, y que también lo hace, de forma muy positiva, una dieta saludable. Próximas investigaciones determinarán la rapidez con la que un cambio de dieta es capaz de modificar el contenido del esperma.