El tabaco mata a 5,7 millones de personas cada año. Hoy en día, sólo el 16% de la población mundial está protegida por leyes antitabaco. Aproximadamente, el 40% de los niños están expuestos con regularidad al humo de cigarro. Dicho de otra manera, casi la mitad de los niños del mundo son fumadores pasivos, y eso significa que los adultos ponemos en riesgo su salud por una adicción mortal.
En 2011 se prohibió en España el consumo de tabaco en espacios cerrados, como bares y restaurantes. Cinco años después, comprobamos que sus efectos han sido muy positivos. Tenemos buenas noticias: el asma infantil y los partos prematuros han descendido, en torno a un 10% en ambos casos.
Las embarazadas expuestas al humo del tabaco tienen hasta seis veces más posibilidades de tener partos prematuros y de sufrir sus riesgos asociados.
Los niños son más sensibles a los efectos tóxicos del tabaco. Fumar cerca de ellos, en casa o en el coche, los convierte en fumadores pasivos y los hace susceptibles de padecer enfermedades respiratorias, como el asma: la enfermedad más frecuente en la infancia. Con la ley antitabaco, ha dejado de crecer cada año, como venía siendo habitual.
Diversos estudios han determinado, además, que los niños que crecen en ambientes con humo tienen más riesgo de padecer infecciones y obesidad.
Tras la ley antitabaco, acuden menos niños al hospital con crisis de asma y nacen menos niños prematuros. Los niños están por fin menos expuestos al humo en espacios públicos, pero además, la restricción ha animado a muchos padres a dejar de fumar, al menos dentro de casa, cerca de niños y embarazadas.
Dejar de fumar en espacios donde hay niños o mujeres en gestación mejora su salud, pero también reduce los costes económicos que se derivan de las enfermedades causadas por el tabaco, y que asume toda la sociedad. Las decisiones políticas, en ocasiones, son buenas para todos.