El microquimerismo fetal es un intercambio de células entre madre e hijo durante el embarazo. Algunas células madre de la sangre del feto y la placenta pasan a la circulación de la madre, y algunas células de la madre pasan a la circulación del feto.
Las células del bebé que pasan a su madre son células madre pluripotentes: pueden transformarse en cualquier tipo de célula, y ayudar a regenerar algunos tejidos y órganos de la madre. Tal es su efecto regenerador que se ha comprobado que podrían detener células cancerosas, y por tanto el crecimiento de tumores. Se sospecha también que son capaces de llegar al cerebro materno, y quizás prevenir enfermedades cerebrales como el Alzheimer. Algunos datos apuntan a que estas células han ayudado a reparar el corazón de madres con cardiopatías.
Las células madres pluripotentes del feto tienen la extraordinaria capacidad de convertirse, dentro del cuerpo materno, en cualquier tipo de célula. Se ha comprobado que alcanzan también otros órganos, como el hígado y el riñón, pero todavía no sabemos qué función podrían desempeñar allí.
Los beneficios de este intercambio de células parecen ser mutuos. Se ha documentado que las células que pasan de la madre al hijo tratan de reparar tejido dañado en el páncreas de niños con diabetes. El niño es probablemente tolerante a las células de la madre porque las adquirió durante la fase fetal: su sistema inmune no las rechaza porque aún está en desarrollo.
Sin embargo, en el caso de la madre, el microquimerismo fetal parece ser un arma de doble filo. En algunos casos, el intercambio de células entre madre e hijo puede tener efectos perjudiciales para la salud materna. Y es que el sistema inmune de la madre, al estar ya desarrollado, podría rechazar estas células que no son propias, atacándolas y causando así la aparición de algunas enfermedades autoinmunes. También parece ser que este fenómeno puede tener algo que ver en el origen de dos patologías asociadas al embarazo: la preeclampsia y la erupción polimórfica. Otro estudio evidenció que las mujeres con hijos de distintos padres tienen una mayor mortalidad a largo plazo. En este caso, se supone que cada uno de los hijos aporta células con cargas genéticas muy diferentes y que, probablemente, la madre toleraría peor esta situación.
El microquimerismo fetal demuestra que el vínculo madre-hijo va mucho más allá de los lazos afectivos. Ya sabemos cosas muy sorprendentes acerca de este intercambio celular, que persiste durante largo tiempo, pero todavía quedan muchas incógnitas que la ciencia despejará en años venideros.