Queremos compartiros este interesante artículo que ha publicado hoy ABC
«Ni el método Estivill, ni el colecho de González. En esto de ayudar a los niños a dormir, ni todo es blanco, ni es negro, sino que hay una maravillosa escala de grises y otras formas para ayudar al bebé a dormirse solo» que el psicólogo y neuropsicólogo Álvaro Bilbao nos ayuda a descubrir su reciente libro «Todos a la cama».
La historia del sueño en casa de este experto en plasticidad, pero sobre todo padre de tres niños pequeños, refleja la vida de tantas y tantas otras familias, donde «cada uno es de su padre y de su madre, y lo que funciona con uno, no parece afectarle al de al lado».
Su experiencia personal de familia numerosa y las necesidades detectadas en miles de padres concitaron en él la idea de escribir este libro con la intención de poner «un poco de cordura en el tema».
—Lo primero que habría que aclarar, según usted, es que a los bebés «no se les duerme, se les ayuda a conciliar».
—Efectivamente, este es un matiz importante. Si como padre piensas que tienes la obligación de dejar al niño frito en cinco minutos, pues lo tienes muy difícil, y es probable que encuentres bastante satisfacción. Será mucho mejor, en mi opinión, intentar que esté a gusto en su cuarto, que se habitúe a una serie de hábitos que faciliten que le llegue el sueño…
—Muchos padres no se sienten identificados ni con el método Estivill, ni con el colecho. Usted aboga por un término medio.
—Quiero que los padres sepan que no solo hay dos opciones. Intento ver los puntos positivos y negativos de cada una, porque cada método los tiene, pero también que sepan que hay un tercer camino o método intermedio que tiene tanto cariño y respeto, por ejemplo, como le adjudican al colecho. Ojo que tampoco estoy diciendo que los seguidores de Estivill no tengan cariño. Están haciendo, en efecto, una valoración de lo que ganan y lo que pierden. Pero tampoco se trata de quién gana más, o quién gana menos. Se trata de que hay otras opciones que ahora mismo están muy estudiadas y que también funcionan.
—¿En qué se basa esa tercera vía, cómo es ese camino intermedio?
—Hablamos de un 65% de padres más o menos que se van apañando como pueden. Son padres que van ayudando al niño a dormir en su cuna poco a poco, con mucha ternura y sentido común, y que quedan al margen de ese 15% que practica el colecho (todas las noches se acuestan con los niños en su cama), y de ese 15% que ponen en marcha el método Estivill. La principal diferencia de mi propuesta estriba en que son padres que quieren descansar, pero no quieren dejar llorar al niño hasta la extenuación o el aburrimiento.
—Pero, dejar llorar o colechar, hoy por hoy esa parece la cuestión.
—Ahora sabemos que cuando el niño llora, es importantísimo atenderlo. Pero hay padres que no quieren meterlo en su cama durante meses o incluso años. Desde mi punto de vista, esa disyuntiva es totalmente artificial. Como ocurre con otros muchos ámbitos en la vida, en cuestiones de sueño no todo es blanco ni negro. Se puede ayudar a tu bebé a quedarse dormidito sin abandono y sin llantos, sino con amor y confianza, atendiéndole siempre que llore o nos necesite. Se trata de que el niño se sienta acompañado en todo momento y aprenda a dormirse por él mismo (con un mimito de ayuda), con unos pocos días de habituación a una serie de pautas y rutinas.
—¿En qué momento hay que introducir esos hábitos de los que habla?
—En el momento en el que nos planteemos que le niño vaya ganando autonomía en el sueño. Los hábitos facilitan mucho la transición entre el estar despierto y el estar dormido. La rutina favorece el proceso de habituación, que es un fenómeno que ocurre cuando el cerebro se enfrenta a situaciones familiares o repetidas. Cuando esto ocurre, el cerebro se relaja. Además, la rutina ayuda a inducir el sueño porque el cerebro actúa más rápido cuando ya ha realizado la misma tarea en el mismo orden y lugar. Por estos motivos desarrollar unas rutinas positivas antes de dejar al niño en su cuna va a ayudar mucho a que su cerebro vaya recorriendo el camino que separa los momentos de estar despierto de los momentos de estar dormido.
—¿De qué rutinas estaríamos hablando para facilitar esa transición hacia el sueño que ayude al bebé a regularse más o menos solo?
—Para muchos padres la rutina de ayudar a un bebé a dormir solo comienza en el momento en el que después del baño calentito van a ponerle el pijama, pero para mi se trata más de una rutina diaria que implique un grado de afectividad y actividad «cotidiano».
Esto en principio sería suficiente para que el niño desarrolle una mayor tolerancia a la fatiga durante el día y acumule horas de descanso por la noche. Insisto, es esencial que el niño reciba un grado importante de estimulación afectiva que satisfaga sus necesidades y lo ayude a desarrollar su confianza. Hablamos de ver un cuento, cantar unas pocas canciones, salir a dar un paseo para hacer la compra, ir a recoger a los hermanos al colegio, ir al parque, jugar un rato con los hermanos, de que le bañen sus papás…
Si el niño no ha experimentado suficiente contacto físico a lo largo de la jornada, si no ha jugado con sus padres, no ha recibido los suficientes besos o no ha sido sostenido en brazos lo suficiente, es muy posible que se despierte por la noche para demandar ese afecto que le hace sentir seguro.
Por eso mi propuesta pasa por atender sus demandas con prontitud, y sin angustia. Que vea una cara de calma y confianza. Que los padres sean quienes realicen las tareas básicas de cuidado del bebé (el baño, cambio de pañal…) de forma que se construya una relación de apego, que se realicen juegos de confianza (tipo cu-cú… tras-tras), o el de levantar al bebé y dejarlo caer sin soltarlo… hablarle para que vaya interiorizando, adelantarte a sus deseos… Hay muchas formas de construir la confianza con un hijo.
En definitiva, se trata de llenarle de calma antes de empezar, aunque siempre hay que mantener unas expectativas realistas en lo que al sueño se refiere, claro.
—En el caso de los niños de tres o cinco años, las rutinas que pueden ayudarles a dormir son algo distintas, y suelen convertirse para muchas familias en una historia interminable: la petición del vaso de agua, el «tengo miedo», el beso, el cuento, las cosquillas… ¿Es lo habitual?
—Es normal. Él quiere saber que estás ahí y que vas a estar cuando te necesite. El vaso de agua lo piden no porque tengan sed, sino para saber que su padre va a acudir durante la noche cuando este lo pida. Respecto al beso, al cuento… son una serie de rituales anteriores que ayudan a que el sueño se induzca. Sobre los miedos… Es curioso, pero nos pasamos media vida diciéndoles «no te alejes», «que yo te vea», «cuidado»… y de pronto cuando cae la noche les pedimos que estén solos en su cuarto y que no tengan miedo, por lo que parece inevitable que tengan un pequeño conflicto, o que les cueste entender.
—¿Cómo cortar con ese ritual nocturno?
—Poniendo unas normas. Sin salir de la habitación, pero sin hablarles, porque cuanto más hable el niño, más tarde se dormirá. La estrategia a seguir es decir: «A partir de este momento no se puede hablar… silencio». Lo que está claro es que cuanto más tiempo inviertas en estar cerca suyo, o en acompañarles, pero callado y desde la puerta, por ejemplo, antes aprenderá el niño que es una situación segura, y antes se acabará durmiendo. ¿Quiere decir esto que no van a dormirse nunca solos? No. Los niños se dormirán porque el cansancio y el sueño no pueden combatirse siempre. Sin embargo, estarán más tranquilos y se dormirán antes si tú estás presente en el proceso, no el salón viendo la tele mientras escuchas sus gritos. Aunque, como el niño se va a despertar a lo largo de la noche, es importante también que según van creciendo este trabajo de autocalmarse lo hagan por ellos mismos.
—¿Es normal que haya épocas como ahora, en el comienzo del colegio, donde experimenten ciertas regresiones, como eneuresis, pesadillas… etc…?
—Sí, el niño se encuentra en una situación de mucha inseguridad, y repite patrones de comportamiento que había dejado atrás. En verano han estado con sus padres, se han sentido más seguros… y de pronto en octubre se quieren volver a meter en la cama con ellos. Es normal, suele acabar en un periodo de dos semanas, aproximadamente.
—De todas formas, usted defiende que el colecho ocasional (que el niño se meta en la cama de los padres de vez en cuando) no es malo.
—No es malo. No supone ningún tipo de problema. De hecho, suele ser bastante habitual en todos los hogares. Ni todos los días ni todas las noches, pero ¿por qué no cuando el niño manifiesta celos, o está enfermo? Es normal. No tiene nada de negativo practicarlo y esto es importante que la gente lo sepa.
—En España, en general, los niños duermen menos tiempo del que les correspondería.
—En efecto. Y estamos hablando desde la niñez hasta la adolescencia, donde el sueño sigue siendo importantísimo. Siempre que pregunto en un instituto que me levante la mano el que ha dormido más de ocho horas me encuentro con que la alzan tan solo un 1% de chavales. El otro 99% duerme menos porque ha estado hasta tarde con el móvil, con youtube, con la red que sea. Las familias deben saber que hasta los 18 años es nuestra obligación como padres que nuestros hijos tengan suficientes horas de sueño, porque es importantísimo para el desarrollo cerebral. Y que la luz de la TV, la tableta o del smartphone interfiere precisamente en el proceso de quedarse dormido. Hay demasiados niños en este país que se acuestan a las 11:00 de la mañana y que a las 7:30 acuden a desayunar al colegio. En España hay malos hábitos, pero es la pescadilla que se muerde la cola. Cenamos tarde, vemos la tele hasta tarde, nos acostamos tarde… pero nos levantamos pronto… Y esto es una burrada para el cerebro infantil. Si adelantásemos un poco la última comida del día a las 8:00, o incluso a las 7:30… Tengamos en cuenta que en los colegios se suele comer a la 13:00. Les estaríamos haciendo un gran favor a nuestros hijos.