Es probable que no hayas escuchado jamás esta palabra. En términos generales pródromo, del griego “pródrmow”, significa “el predecesor de un evento” y, aplicado a la medicina clínica , se refiere a los signos y síntomas que preceden al parto.
Los pródromos se caracterizan principalmente por ser unas contracciones más intensas que no son las contracciones de Braxton Hicks que se han sucedido a lo largo del embarazo y que entrenan al músculo uterino, pero tampoco son las auténticas contracciones que tienen lugar durante la dilatación.
Si las empiezas a notar, te dicen que el parto está cerca. Pero que puede estar cerca en horas o en días, incluso una o dos semanas. Esta es una de las razones por las que muchas mujeres creen que no dilatan. Y no dilatan porque no están todavía de parto. Has de saber que si no estás de parto, no vas a dilatar de manera natural. Si tardas horas y horas en dilatar es porque no ha empezado todavía el proceso de parto. Como siempre decimos en clase, parto es igual contracciones efectivas y estas no lo son. Lo que sí son es agotadoras y no mejoran el buen estado energético que sería conveniente tener cuando realmente comience, pues necesitaremos buenas dosis de fuerza física, mental y emocional para afrontar con confianza y poderío esta gran y maravillosa experiencia transformadora.
Es importante destacar que algunas mujeres los tienen y otras no, lo cual nos da a entender que si bien en nuestra sociedad son muy típicos, no forman parte del proceso normal, pues se entiende como normal lo que ocurre en todos los casos menos en la excepción a la regla. Entonces, la pregunta que nos hacemos es: ¿por qué se producen? ¿Podría yo hacer algo para evitarlas y si he comenzado a tenerlas que paren?
La razón de que se produzcan estos pródromos es puramente mecánica: hay un exceso de peristaltismo uterino que no corresponde al momento gestacional en que nos encontramos. El útero se puede se puede ver afectado negativamente por una infección urinaria o, como cualquier otro músculo, por miedos, por dolor o por no tener las cantidades que el cuerpo necesita del mineral magnesio. Y cuando éste falta, el exceso de tensión produce dolor y el dolor nos lleva al miedo, siendo una pescadilla que se muerde la cola. Consejo: que una vez descartada la posible infección, podemos plantearnos aportar Mg a nuestro organismo, y si ya lo estamos aportando, subir un poco la cantidad y ver el resultado. Durante la gestación la cantidad de Mg que el cuerpo necesita aumenta, y va en ascenso llegando a duplicarse hacia la mitad de la misma y a triplicarse al final.
Es importante recordar que la clave no está en la cantidad de Mg o de cualquier otro mineral que introducimos al organismo, sino en la que éste consigue asimilar, por ello vemos conveniente que lo hagamos de forma orgánica o en forma de oligoelementos, que no “obligan” al cuerpo sino que se lo “ofrecen” para que absorba lo que necesita y lo que no, lo elimine fácilmente, no creando además toxicidad.
Entre otras dolencias típicas de la falta de magnesio están el estreñimiento, dolor lumbar, dolor ciático, calambres en las extremidades, náuseas y vómitos que van mas allá del tercer mes de gestación, insomnio… como podéis ver, también son dolencias típicas de las gestantes de nuestra sociedad, siendo consideradas como “normales”, cuando no lo son.
En Más Natural abordamos esta información alimentaria desde nuestra primera clase pues sabemos que es uno de los puntos clave para disfrutar de una buena gestación y un buen parto, así como también abordamos la importancia de que no nos falte durante la lactancia.