El azúcar es la droga de finales del XX y de comienzos del XXI. En sí no es mala, lo que sucede es que, como en casi todo lo comemos, lo que no es bueno es tomarlo en abundancia. Y, por desgracia en occidente tomamos mucha más azúcar de la que nuestro cuerpo necesita. Y no, no es que nos echemos muchas cucharillas de azúcar en el café, es que hay infinidad de alimentos, por supuesto ya procesados, que contienen azúcar y no los sabemos. O no lo sabemos todos. Por ejemplo, ¿sabes que el pan de molde lleva azúcar?
Hoy os traemos un interesante artículo publicado en El País sobre las advertencias de su uso desmesurado. Ahora que empieza el cole y muchos estamos pensando qué poner en la mochila para la merienda, ojo a estas advertencias:
Todo empieza con los cereales industriales, galletas o magdalenas del desayuno y el sándwich con zumo envasado que metemos en la mochila para el recreo. Que se suma a una lata de bebida carbonatada, batidos, algún bollo industrial para la merienda y en ocasiones pizza, salchichas, hamburguesas y sus salsas, conservas o cualquier otro producto procesado que nos permite solucionar rápido una cena. Las prisas hacen que no nos fijemos en la cantidad de azúcar añadido que estamos sumando gratuitamente a la dieta de los más pequeños y pone en riesgo su salud. No se trata solo de caries y obesidad, sino de las enfermedades derivadas que -según la comunidad científica- van a provocar la primera generación de jóvenes con una esperanza de vida menor que sus padres por los malos hábitos alimentarios.
“El problema que tenemos en España es una falta de conciencia crítica y falta de costumbre de leer e interpretar los etiquetados de los productos. Asociamos el azúcar al que se toma a cucharadas, pero no nos damos cuenta de que existe otro azúcar peligroso que está escondido y disimulado. Incluso los productos que dicen “sin azúcar añadido” son engañosos porque si vemos su composición comprobamos que no es verdad. Es imposible que un zumo envasado no lleve algún edulcorante. La legislación del etiquetado debería ser más restrictiva para que obligase a las compañías a declarar la cantidad de estos compuestos y su riesgo para la salud”, señala la doctora María Ballesteros, miembro de la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (SEEN). Y añade: “Con estos malos hábitos, que estamos inculcando a los niños, ponemos en riesgo su salud. Hay tipos de obesidad muy dañinos que tienen signos menos evidentes: no se trata solo de coger unos kilos. Además de la tremenda tasa de obesidad infantil que tenemos, los estudios han demostrado que estos azúcares añadidos aumentan las posibilidades de sufrir síndrome metabólico y enfermedades derivadas como cardiopatías, hipertensión, diabetes y cáncer que reducirán su esperanza de vida”.
¿Sabemos realmente a cuántas cucharas de azúcar equivalen los productos que consumimos? La respuesta es no. En muchas etiquetas solo se advierte en general la presencia de sacarosa, fructosa, dextrosa, pero no la cantidad exacta. Algunas iniciativas -como esta cuenta de Instagram– señalan la equivalencia, pero recomiendan revisar siempre el etiquetado. Por ejemplo, una cucharada de salsa de tomate para hamburguesa equivale a cuatro cucharas de azúcar, mientras un refresco contiene entre 20 y 30.
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